Nos vamos de la ciudad-secretos,
atrás dejamos, la callecitas adoquinadas,
los inventos del Sr. Antoni, sus regalos en el medio de la calle,
las casas àrbol, las fiestas de Gracia,
las carotas gigantes bailando al son de las trompetas.
Aqui, en nuestra piel quedan las ventanas-mundo,
los pies sobre la arena,
el chapoteo de espuma en la costa brava,
la arena blanca pegoteada en la espalda.
Una noche en una terraza a plena luna llena, amarilla, gigante, (como debe ser) con catalanes viejos convidándonos vino y ajenjo, historias de reyes y tesoros encontrados por piratas; un cuenco de más de 2000 años bajo el mar, nos miró beber a su salud.
Atras, las otras meninas, esas de cuatro ojos y vestidos cuadrados, esas que de tanto mirarlas uno se da por convencido de que el mundo es mucho mas que lo que nos quieren hacer creer.
Atras, la noche de abscenta y harlem, bailando como loca en el mejor lugar del mundo,
moviendo nuestras polleras sudakas al ritmo de Louis y de Ella y de otros negros cuyos nombres ya no sé.
Manuela, es de esas almas gemelas perdidas y encontradas de repente y sin saber cómo de este lado del mar.
Sin embargo a pesar de la partida algo de nosotros se queda en la ciudad caracol, se quedará aquí, para siempre.